domingo, 20 de abril de 2014

Nuestro animal mitológico: Sassi Malau

Sobre las cordilleras, cuando las nubes están tan bajas que no pueden verse las cumbres, se escucha el graznido lejano de un ave que se pierde en los ecos. Los antiguos pobladores de la Cordillera de Los Andes creían que el Sassi Malau era un joven cazador mapuche que fue herido de muerte por un colono español y luego rescatado, aunque moribundo, por un cóndor. La Ñuke Mapu (Madre Tierra) entendió que el joven no merecía morir y le regaló el sueño de todo hombre: poder volar. Pero a cambio de su vida como hombre, el joven debió aprender a vivir como un Cóndor. Sus brazos se convirtieron en alas y su cuerpo se curvó hasta tomar la forma de una gigantesca ave. Los mapuches consideraban que cada primer día de verano, el Sassi Malau sobrevolaba los pueblos como señal de prosperidad de la tierra y buena cosecha.
 
Con el correr de los años, la leyenda del Sassi Malau fue transmitida a todos los que cruzan los Andes. Se dice que el viajero que vea la forma del Sassi Malau recortada por encima de las nubes llegará a salvo a destino. Entre los jóvenes que, mochila al hombro, recorren el continente, se pasa de boca en boca la leyenda del Sassi Malau como sinónimo de buen viaje. No quedan demasiados registros de esta criatura más allá de las historias orales, pero en 1958, un grupo de arquéologos encontró varios grabados que podrían dar cuenta del aspecto de esta criatura mitológica. Muchos de estos grabados habían sido realizados sobre arcilla y cocidos al sol. Allí puede verse la figura de un hombre herido y luego varios dibujos más que conforman la secuencia de su transformación en una criatura híbrida con alas de plumas negras, torso humano y piernas robustas con cinco dedos alargados parecidos a los de un ave rapaz.


Los dibujos fueron encontrados en un sector que se creía vírgen de la cordillera, a 5.500 metros de altura, sitio donde ningún hombre antes había llegado. La creencia popular indica que los grabados fueron hechos por el propio Sassi Malau, quien buscaba dejar constancia del hombre que alguna vez había sido. Quienes lo vieron de cerca aseguran que el tiempo lo convirtió en un cóndor casi perfecto, pero el doble de grande que un ejemplar de esta especie. También dicen que al verlo a los ojos se tendrá la certeza de que alguna vez fue un hombre. En su mirada quedó congelada toda la sabiduría de siglos de vida en lo más alto de las montañas. 

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