domingo, 20 de abril de 2014

La alegría sabe a dulce

La alegría sabe a dulce. Lo descubrí cuando la conocí. Perdón, cuando las conocí: a Ella y a la alegría. Vinieron juntitas de la mano, en el mismo paquete, sonriendo y bajando de un micro que venía de Mar del Plata. Ja, justo Mar del Plata: “La Feliz”. La gente suele asociar la palabra “dulce” con la palabra venganza, y no me parece justo. La venganza será terrible, pero nunca será dulce. Me parece que decir “la dulce venganza” es un oxímoron. Hasta diría que la venganza es amarga: nada peor que albergar dentro tanto rencor como para querer vengarse de alguien.

A mí no me jodan: la alegría sí que es dulce. Cuando Ella bajó del micro y me saludó, esa era la primera vez que la veía en persona, que la podía oler, que la podía tocar, que la podía sentir. Amores a distancia en la era MSN Messenger: los sentidos se anulan y la imaginación viene a llenar esos 5 huequitos vacíos. Cuando nos encontramos en la plataforma 13 de Retiro, Ella me dio un beso en el cachete y pude sentirlo: su perfume, su calidez, incluso el leve dejo a whisky que había estado tomando durante el viaje. Ella y la alegría eran la misma cosa, y por eso estoy convencida de que la alegría sabe a dulce.

Fuimos a un bar de San Telmo, comimos pizza y tomamos cerveza. Comenzó a lloviznar y decidimos volver al hotel en el que íbamos a pasar la noche y el día siguiente. Habitación 13. No dimos lugar a la superstición. Cuando nos acostamos, ella se acercó lentamente y posó sus labios sobre los míos. Su sabor se resumía en una palabra: dulce. Un sabor suave y delicado, una mezcla de azúcar y tabaco. En ese momento descubrí que la Sra. Alegría es una mujer muy dulce, pero al mismo tiempo muy selectiva, y que sólo se le va a dar por tocarte la puerta esporádicamente. Va a venir y te va a envolver en una sensación de satisfacción indescriptible, como la que sentís cuando acabás de comerte un chocolate con avellanas, o cuando acabás de tener un orgasmo, o cuando te dan la noticia de que ganaste un premio. Para hacer una diferenciación: la alegría es esporádica, dulce y efervescente; el bienestar es prolongado, más bien salado y hasta rutinario.

Ella y Alegría estaban conmigo haciendo una orgía en la cama, era sábado a la noche y afuera se escuchaba la lluvia de abril golpear la ventana. La alegría sabe a dulce, definitivamente.

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